Con mi novio decidimos consumir LSD (la mitad de un cuadro cada uno). Estábamos en el centro de la ciudad y unos minutos después de mandarnos los cuadros, decidimos caminar hacia una laguna que había cerca. Todo el viaje hacia allá no sentí mucho, pero en un momento paramos a comprarle cigarros a una señora y comencé a ver todo como si estuviera borracha.
Para llegar al lugar teníamos que subir unas gradas que iban en curva y al llegar ya todo se veía distinto, todo giraba muy lento, veía cómo pasaba el aire por el cielo y el agua se veía quieta, pero a la vez en movimiento. Comencé a sentirme incomoda en el lugar y le dije a mi novio que quería irme a su casa. Bajamos todo lo que habíamos subido y TODO el viaje a su casa fue completamente atrapante. Me sentía atrapada en mí misma, con el sentimiento que algo me iba a pasar en cualquier momento. El viaje en la micro en momentos era muy largo y en otros muy lento (desde el lugar hasta su casa fueron aproximadamente 15 minutos en realidad). Al llegar me calmé un poco, miramos el techo, nos fumamos un cigarro y me dejé llevar un rato.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que llegó un amigo al que invitarnos fumar marihuana. Fuimos a un cerro que queda al frente de su casa y nos sentamos en un sillón que estaba botado ahí. Al frente estaba lleno de ramas, no se veía otra cosa que ramas. En ese momento empecé a pensar en muerte, en amigos que habían fallecido. Pensé tanto en eso que sentía que era el último día de mi vida y me iba a morir drogada. Me cambió la cara y yo, por dentro, me sentía horrible. Ya nada era lindo, solo tenía miedo de morirme.
Llegando de nuevo a la casa de mi novio, me preguntó qué me pasaba y le conté. Me puse a llorar me llené de pena y preocupación. Por momentos sentí que me había poseído un demonio. Actuaba como loca. Me tomaba la cabeza, decía que no quería morirme, que tenía que volver. Pero no podía. Intente detener el “viaje”, pero de ninguna forma podía. Todo el rato pensaba lo mismo.
Mi novio se preocupó, ya no sabía qué hacer, así que me llevó mi casa. En mi casa tuve que tranquilizarme sí o sí. Y, al parecer, no me morí.
Al otro día me sentía muy rara. Comencé a tener muchos sueños relacionados con las personas en las que pensé, me duraron unos 2 meses y pensaba mucho en la muerte.
En estos momentos ya estoy mucho mejor y no pienso tantas tonteras, pero mi perspectiva de ver las cosas se ha visto muy alterada.
— Arte de Jake Amason —